¡Rajen del cielo!

Fernando Barraza nos invita a degustar de una editorial que seguramente servirá como parámetro de lo que fue y lo que vendrá en el rock regional durante el 2009. Disfruten este texto generosamente cedido por el conductor de Efecto Tábano por Fm Universidad Calf...

BREVE PANORAMA ROCKERO DE UN LUGAR ÁSPERO, MUY ÁSPERO

No hay noticia (si la noticia es contarte algo que no sepas, claro): el rock ha dejado de ser un alarido para pasar a ser la búsqueda constante de un gol. Yahí lo tenés al rock che, todo el tiempo buscando una lista de alta rotación que le muestre una verdad financiera estable, una mención mendiga en la boca de algún popular conductor de algo que le haga el favor de ponerlo en el candelero. El rock, hoy por hoy, es un maricón de mierda. Me da pena suponerlo, decirlo, asegurarlo; pero nada hace el rock para que cambie esta opinión. Que me importa si no soy nadie, un alfeñique de 44 kilos que escribe estas cosas desde el culo del mundo. No, no me importa. Solo me importa decirlo: rock… maricón… descafeinado intento por ser lo que no eres porque lo que eres te conviene. Sí, ahí está: ¡lo volví a decir una vez más!

Pero bueno, más allá de este comienzo bravucón, por favor evitemos ser taaaaan fundamentalistas y vayamos a por una sensata y budista línea divisoria de aguas que nos permita poner en perspectiva al rock para no terminar odiándolo. Tampoco es cuestión de terminar con el rock de un solo cachetazo ¿no es cierto? Nadie quiere eso, ¿no?


¿Cual rock?


A ver… ¿de qué rock estamos hablando cuando decimos rock? Indudablemente no es lo mismo pensar en The Police haciendo covers de sí mismos a los sesenta, que hablar de una de esas bandas snobs que quieren sonar como Joy Division porque ahora está de moda tocar con el sonido under de los ochentas (ya pasamos la moda revival stooges, luego la moda stoner sonido setentas y luego de esta ochentera… ¿se vendrá una de revival del sonido Pixies?), como tampoco es lo mismo hablar de rock y estar hablando de las bandas sin horizonte emocional romántico y/o contestatario que en este país quieren parecerse a los redondos y sonar en La Mega, como tampoco es lo mismo pensar en rock y estar hablando de Pop Art, los Quilmes Rock, la alta rotación en MTV y bla bla bla.
Pero-pero-pero ¡atentos!: porque si hablamos de rock y estamos queriendo hablar del rock hecho aquí, en la mismísima Patagonia, en nuestro querido Alto Valle… pues entonces… ¡pues entonces estamos hablando de cosas muy pero muy diferentes a todas las enunciadas en los párrafos anteriores!

¡De acá!

El rock en la periferia (¿somos eso para ellos o no?) es aquel rock que revisamos con nostalgia, un hijo díscolo, atrevido, ciertamente desprejuiciado, un ente de buenas intenciones y riesgos expresados sobre el escenario que es digno de tener en cuenta. El rock de la Patagonia es épico. Tiene sus errores, y sus necesidades de encajar en el formato (el rockero es re “formatero” por antonomasia, ¿no?) sí, pero es un atrevido marginal, sin lugar a dudas. Y eso al rock –a esta altura de la nota ya lo habrán notado- le hace mucho, pero mucho bien. Por eso para este rock, el que interesa en esta nota, hay de premio una cucarda que difícilmente puedan colgarse los rockeros que “llegaron” o “están llegando”, ese premio es duro, áspero, pero super combativo: ese premio es la belleza de los márgenes.

Analicemos entonces un poco la escena local sin irnos estrictamente a los nombres que la componen y sin hacer hincapié en qué hizo o que no hizo cada una de las tres generaciones de rockeros valletanos que construyeron esta rebelde nación llamada rock patagónico (¡ya vamos para la cuarta!).

Si hoy y aquí mismo nos tocara día de cierre de actividades por balance anual deberíamos anotar varias cosas en el acta del rock regional. Hay un puñado interesante de discos editados este último año, hay estudios de grabación que han crecido en profesionalismo y calidad, y muchos de ellos le deben la gran cuota de trabajo-rédito al rock que, a pesar de pasar casi desapercibido por la mayoría de los medios de comunicación, es un ave que –presente siempre- sobrevuela los techos de nuestras ciudades.

También debe contarse en el haber rockero valletano dos hechos políticos importante (¡algo casi impensado en el rock-mainstream, lo político!): la consolidación de una suerte de cofradía de bandas que apoyaron con su arte la gestión obrera de Fasinpat, la fábrica neuquina recuperada por los trabajadores. Más de treinta bandas acudieron al llamado de los obreros ceramistas para aunar fuerzas y construir una realidad conjunta. El abrazo político quedó sellado con un primer festival de tres días de duración y la intención de que en 2009 las actividades se sostengan durante todo el año.

El segundo hecho político es igual de reconfortante: la mayoría de las personas que integran la comisión directiva de la A.M.I. (Asociación de Músicos Independientes) neuquina proviene del mundo del rock. Los rockeros están presentes en una de las más importantes asociaciones independientes de músicos de todo el país.

Notable en ambos casos. ¡Mucho más que notable!




Expansión

A la cadena de hechos concretos favorables que hemos enunciado en el párrafo de arriba hay que sumarle algo que tal vez no sea tan asible por el momento, pero si es un paso adelante que en años podrá llegar a sellar la gran diferencia con el rock de “primera división” que se propone desde las casas disqueras y los medios masivos en Buenos Aires: la búsqueda de diversidad musical y expansión experimental en el rock valletano.

Hace algunos años solo algunas bandas de rock vernáculo intentaban dar ese paso. Hoy son casi todas. Desde las épocas “prehistóricas” en que La Fuga buscaba coloraturas en el jazz, más adelante La Indiada experimentaba con todos los géneros habidos o más más más adelante Canabislito Funk buscaba hasta en el tango, la cosa se ha expandido de manera notable y las bandas de por aquí en su amplia mayoría salen a la cacería de ritmos, colores, sonidos y géneros sin ningún tipo de prejuicios. Hoy en día una ex-banda punk como Sin Neuronas puede sorprenderte con un siete por ocho feroz, una ex-banda de reggae como Quijote es capaz de meterte en un soundtrack instrumental alucinante, un combo ecléctico como Another Freak puede pasearte por la electrónica más ácida, el hardcore o hasta darse el lujo de armar un alter-ego dub como La Estafa Dub, banda muleta que dará mucho que hablar desde este año. La mayoría de los rockeros valletanos entendieron que prendidos de la teta del rock plano y “barrial” que tanto le gusta a los charts argentinos no hay posibilidades de crecimiento. Eso es riesgo, y riesgo es lo que necesita el rock para no morir como un pelado burgués que solo se interesa en pedir otro trago en la discoteca reventada de moda.

Finis


Por eso amigos, más allá de las flagrantes injusticias de condena al ghetto, la falta de lugares y espacios físicos, la falta de apoyo de los medios masivos de comunicación regionales y otras circunstancias desfavorables, el rock de este lugar debe sentirse tranquilo en su estado de conciencia fundamental: el espíritu de lucha y la necesidad de rebeldía creativa está perfectamente bien planteado y llevado a la práctica.

A ver, que cualquier banda de rock de alta rotación de la Mega, los 40 principales o la Rock & Pop levanten la mano y digan que ellos también pueden colgarse esa medalla…

¿Será entonces que las condiciones esenciales están dadas para que el rock de acá no se distraiga por el brillo-oropel de pertenecer a la elite? Quien lo sabe. El rock (eterno adolescente) debe ponerse los pantalones largos con seguridad y sin atolondrarse… ¿podrá hacerlo?
Ojalá que sí.

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